Tercera parada: Dublín

En nuestro cuarto día de viaje llegamos a Dublín. Tras pasar la mañana en Galway, cogimos de nuevo el coche para cruzar el país. Ya estaba anocheciendo, aunque todavía había ambiente en la calle.

En Dublín alquilamos un apartamento con tres habitaciones y un salón grande, que estaba muy buen ubicado y cuyas camas eran bastante cómodas, aunque la zona era un poco ruidosa.

En menos de 15 minutos a pie estábamos en el centro y así esa noche hicimos nuestra primera toma de contacto con los pubs de la zona y cenamos en una pizzería.

La mañana siguiente habíamos reservado un free tour, que nos gustó mucho porque era muy completo. Visitamos diversos puntos del centro de Dublín: el Castillo de Dublín, el campus de la Universidad, diferentes escenarios de la película PS. I love You, el Banco Central y el carismático barrio de Temple Bar (que ya habíamos conocido la noche anterior).

Ese día comimos en un restaurante de comida irlandesa, aunque no fue uno de mis sitios preferidos, y cenamos en una hamburguesería en el barrio de Temple en la que las hamburguesas estaban riquísimas (aunque no tanto como en Byron Burger de Londres) y las servían acompañadas de bonito.

Por la noche estuvimos en Temple Bar disfrutando de un concierto y de varias cervezas. También fuimos a The Quays hasta que cerraron y al volver a casa dejamos las maletas preparadas para el día siguiente.

Antes de marcharnos al aeropuerto nos dio tiempo a visitar la biblioteca de la Universidad de Dublín donde se encuentra el libro de Kelles. La biblioteca es impresionante y, sin duda, la visita mereció la pena.

Espero que os guste

Feliz Navidad!

Lorena

Experiencia gastronómica en Alicante

El restaurante Espacio Montoro, del chef eldense Pablo Montoro se encuentra en Alicante, en el camino que lleva hacia la Albufereta.

El lugar es precioso y muy acogedor y la experiencia culinaria es indescriptible.

Como no soy una persona experta en gastronomía, me remitiré a contar mi propia vivencia, que sin duda ha sido espectacular.

Antes de ir a Espacio Montoro hay que reservar con al menos un mes de antelación. Durante el mes de diciembre dan servicio tanto para comidas como para cenas y creo que la pretensión es continuar con esta dinámica.

Fuimos a comer invitados por los primos de mi madre y todos (desde mi prima Guada que es vegetariana hasta que yo que soy alérgica a muchos alimentos), salimos encantados por la gran variedad de cosas que pudimos tomar. El restaurante ofrece un menú cerrado (exento de bebidas) y al que se pueden añadir, in situ, algunos platos extra sugerencia del chef.

La experiencia empieza en la terraza con una infusión templada de manzana verde y jengibre. Sigue con un bocado de ensaladilla exquisito aderezado con rábano picante. El último bocado en el exterior (uno de mis platos favoritos del menú) fue una croqueta de cigala de Santa Pola.

La ruta continúa en la barra, desde donde se puede ver al chef preparar los dos siguientes platos mientras se conversa con él. Pablo es muy agradable y dado que es vecino de nuestra localidad, Petrer, teníamos muchos conocidos en común.

El primer plato que probamos en la barra fue un Enoki con emulsión de ostras. Enoki son setas con una especie de tempura y envueltas en una lámina de almidón de patata (a modo de alga nori). ESPECTACULAR!! Todavía tengo este sabor en el paladar.

Después llegó una vieira acompañada de caviar cítrico y de un caldo de corral a base de jamón ibérico. La fusión de sabores es maravillosa… no dejamos ni una gotita de caldo.

El último paso es pasar al salón (aunque todas las estancias están conectadas) y sentarse en la mesa asignada. Hay muy poquitas mesas por lo que la atención es muy dedicada. Además las mesas solo pueden ser de 2, 4 o 6 comensales.

Una vez en la mesa nos sirvieron dos platos que habíamos pedido como extra: erizo de mar y lomo de atún a la almadraba. En este caso los pedimos para compartir. El lomo de atún me encantó pero no podría decir que es algo que no haya probado antes puesto que en los buenos japoneses ponen lomos de atún de textura y sabor similares. El erizo sí que fue algo muy curioso y placentero para las papilas gustativas. Volvería a pedir este plato sin dudarlo.

También pedimos pan brioche servido con mantequilla (exquisito para acompañar todos los platos).

Siguió el banquete con una sopa de anguila con ñoquis de kéfir y foie y una teja de manzana osmotizada y maíz. En mi caso tuve que tomarlo sin salsa porque llevaba frutos secos (y es una pena porque me encantan las anguilas, pero fue mi culpa porque no avisé con la suficiente antelación; con el resto de platos pudieron cambiar ingredientes sin problema). A todos les pareció espectacular la salsa de anguila.

El siguiente plato fue otro de mis preferidos, era un nidito de huevo con setas y trufa riquísimo.

Después preparon un sorbete de pino con un elemento sorpresa (que tendréis que descubrir cuando vayáis a probar) que, aunque era bastante fresco no quise comer demasiado por mi alergia a los pinos (nunca pensé que cocinarían con pino, por eso no avisé).

Para terminar la comida, nos sirvieron un bacalao a la brasa sobre una salsa hecha con callos de bacalao. Estaba delicioso (tanto que se me olvidó hacerle una foto).

Por último una ración de costilla de vaca rubia, cocinada durante 36 horas. MARAVILLOSA! Se me hace la boca agua de pensarlo.

El postre también fue una delicia: ganaché de plátano con mouse de café, perlas de chocolate y helado de azafrán. ¡Una mezcla explosiva!

Para terminar tomamos un café y lo sirvieron con unas trufas deliciosas.

Antes de marcharnos el chef salió a saludar de nuevo (la experiencia duró 4 horas).

Además de la comida, me gustaría destacar la limpieza de cada rincón, sobre todo del baño, donde además había toallas individuales para evitar el desperdicio de papel. La decoración es preciosa. El salón recuerda a un fondo marino, pero todo hecho con mucho mimo para hacer de la estancia un lugar muy acogedor.

Si vais, contadme vuestra experiencia

Besos

Lorena

Día 7. Ruta en barco por las Islas Sarónicas

En todo viaje largo hace falta algún día de desconexión. Nosotros escogimos una ruta en velero por las Islas Sarónicas. A bordo de un bonito barco, en el que apenas viajábamos 15 personas, recorrimos Agistri, Moni y Aegina.

El viaje era tan agradable que hasta dimos alguna cabezada. Hizo un día de sol espléndido, con el suave vaivén de las olas de un mar azul, cristalino y en calma. Incluso tuvimos la suerte de que una familia de delfines se cruzó en nuestro camino. ¡Nunca había visto unos animales tan hermosos en su hábitat natural!

Tras una hora de navegación, nuestra primera parada fue Agistri. Algunos cogieron bicis pero nosotros preferimos pasear por la orilla de la playa: un lugar tranquilo, casi desértico con algunos restaurantes y cafeterías en los que nadie hablaba inglés pero en los que a base de sonrisas y señales pudimos entendernos perfectamente. Hacía un día veraniego, aunque el sol reluciente no conseguía eclipsar las aguas cristalinas reposadas que se fundían a lo lejos en un azul oscuro intenso y limpio. Aunque pequeña, Agistri es una isla muy bonita y pintoresca, con algunas construcciones típicas griegas y sobre todo, paz.

Seguimos navegando hasta Moni, donde anclamos el barco para que, quien quisiera, pudiera darse un baño refrescante (nosotros no lo hicimos puesto que no hacía tanto calor, a pesar de que hacía buen día). Moni es una isla deshabitada, solo poblada por animales y plantas. Es una reserva protegida que sirve de hogar de ciervos y conejos, entre otras especies, según nos explicaron. Aprovechamos esta parada para tomar una suculenta comida: arroz, carne especiada, ensalada y el delicioso tzatziki que estoy deseando cocinar (porque me volvía loca). Si me sale bien os pondré la receta aquí también.

Nuestra última visita fue en Aegina donde Abel y yo decidimos alquilar una moto (20 euros ambos unas 2 horas aproximadamente). Cruzamos la isla contemplando la costa y las bonitas construcciones del interior y llegamos al punto más alto de Aegina: el Templo de Afaya. Su construcción se enmarca entre finales del siglo VI a.C. y principios del siglo V a.C. Aunque no se sabe a ciencia cierta si se realizó en honor a Zeus o Athenea, lo que sí es verdad es que el lugar es maravilloso y se conserva perfectamente. La visita a Aegina ya vale la pena solo por visitar esta maravilla desde donde, además, se puede contemplar el mar en el horizonte e incluso otras islas (si tenéis la suerte de encontrar un día despejado como nosotros).

La vuelta hasta Atenas en barco fue también tranquila aunque más fresca puesto que la brisa ya empezaba a correr. A nuestra llegada al hotel nos dimos una ducha bien caliente y salimos a cenar por Monastiraki, concretamente escogimos el restaurante Antica Cafe (el mejor de todos los que hemos estado en Grecia). Para esa ocasión pedimos Souvlaki y hamburguesa griega a la brasa con queso feta (que nos recomendó el camarero). El souvlaki venía acompañado con tzatziki =). Pagamos 30 euros por la cena para ambos con café incluido. Los platos, como podéis ver son muy abundantes.

Súper relajados y felices por los días que todavía nos quedaban por delante, nos fuimos paseando hasta nuestro hotel antes de acostarnos

 

Muchos besos

Día 6. Una ruta por la Antigua Grecia

Bien temprano, en nuestro sexto día de viaje pusimos rumbo hacia la Acrópolis. Compramos la entrada combinada que, durante cinco días, da acceso a los lugares de mayor interés turístico de Atenas: Templo de Zeus, Ágora Antigua, Ágora Romana, Biblioteca de Adriano y Acrópolis. El precio es de 30 euros y ¡merece la pena!

Acrópolis

La mañana la dedicamos en nuestra totalidad a visitar la Acrópolis que es espectacular. No contratamos guía  y tardamos aproximadamente tres horas en ver todo el conjunto: teatro de Dionisio, Partenón, Templo de Atenea Niké, Erecteión… Os dejo algunas fotos ya que esto es casi indescriptible con palabras:

Mientras caminábamos sobre el suelo empedrado de verdad podíamos sentir la grandeza de todas las generaciones que habían pasado por ese mismo lugar. Desde los constructores, hasta los diferentes ciudadanos griegos de las diferentes épocas, incluyendo también a los turistas y a la multitud de investigadores que a lo largo de la historia han pasado por la zona. Este conjunto monumental alberga historia, cultura, conflictos bélicos, seguro que alguna historia de amor, fe, patria y un sinfín de sentimientos que se transmiten a través de cada piedra.

No nos hubiéramos ido nunca del lugar, si no fuera por las hordas de turistas que llegaron (seguramente provenientes de cruceros) y porque el hambre apretaba. Comimos en el restaurante Liondi (moussaka, giros, olivas griegas – yo no las probé, no las quería ni mirar – y dos chupitos de anís) por 30 euros. Está bastante bien y en una zona muy céntrica.

Cerveza griega

Para no perder la marcha continuamos paseando hasta el Ágora Antigua, que, aunque no está tan bien conservada como la Acrópolis, impresiona enormemente. Además, su ubicación en pleno corazón de Atenas crea una fusión armónica entre la ciudad moderna y la ciudad antigua.

Nuestro paseo continuó por Monasteriki, donde muchos grupos de jóvenes se congregan cada día para charlar. Hay música y bullicio y la zona está llena de comercios. Puesto que el domingo teníamos que madrugar bastante y habíamos comido en abundancia, decidimos pecar un poco y darnos el gusto de cenar un crepe de plátano, chocolate y coco y un gobre de yougur griego con miel. ¡Un espectáculo! Esto lo tomamos en el restaurante Oiwvo’s que tiene una terraza con estufas y sofas de lo más acogedora.

 

Mil besos!

Día 5. Llegada a Atenas

En nuestro quinto día de luna de miel tuvimos que madrugar mucho para  coger el avión que nos llevaría desde Nápoles hasta Atenas.

A nuestra llegada a la ciudad griega, un chófer nos estaba esperando para trasladarnos hasta The Athenian Callirhoe Exclusive Hotel, un modesto hotel de cuatro estrellas situado en un lugar privilegiado con vistas a la Acrópolis. Dado que en Atenas es una hora más que en España, dejamos nuestras maletas y nos dirigimos a comer para adaptarnos al horario griego cuanto antes. El restaurante Ambrosia, a escasos cinco minutos del hotel, fue el escogido. Tras ver las buenas recomendaciones de este lugar, nos dirigimos hacia allí y no nos arrepentimos. Tomamos souvlaki (pinchitos de carne), Kokoretsi (intestinos de cordero) y Gyros (el kebab griego). También tomamos un postre típico griego que no era muy dulce. La comida de ambos con café incluido resultó por 28 euros.

Tras un pequeño descanso en el hotel, nos pusimos guapos (y cómodos) y nos fuimos a dar un paseo por el centro histórico: la Acrópolis iluminada es un verdadero espectáculo. Paseando cogidos de la mano por las inmediaciones de la zona, con la melodía de los músicos callejeros de fondo, la luz tenue del lugar que no quita protagonismo a la zona monumental y las calles casi vacías que nos hicieron pensar que ese momento nos pertenecía. ¿Cuánta gente habrá estado en ese mismo lugar paseando, por circunstancias distintas? Solo las rocas y los adoquines guardan el recuerdo de miles de culturas paseando sobre ellas.

Bordeando la zona monumental llegamos hasta el Barrio de Plaka: un auténtico festival de alegría, luz, música y olor deliciosa de comida. Se pueden encontrar multitud de callejuelas que se cruzan entre sí; restaurantes coquetos y bien acondicionados  y muchas terracitas en las que tomar algo dulce al lado de las estufas, que dan al lugar un tinte acogedor.

Embriagados por el encanto del lugar, esa noche decidimos cenar en To Kafeneio. El camarero nos recomendó pedir una serie de tapas y así lo hicimos: meatballs especiales de la casa; ternera en salsa; queso feta a la plancha y croquetas de calabacín). Para rematar la cena, que Abel acompañó con una cerveza griega, tomamos unos chupitos calientes de miel. La cena estuvo deliciosa y el lugar es muy acogedor. El precio para ambos fue de 30 euros.

Tras un pequeño paseo hasta nuestro hotel, decidimos que era hora de descansar puesto que al día siguiente nos esperaba la ansiada visita a la Acrópolis.

Besos

Día 4. Costa amalfitana

En nuestro cuarto día de viaje visitamos una de las zonas más bonitas de Italia, la costa Amalfitana. Aunque toda esta zona merece una semana de viaje, la excursión que realizamos con Civitatis (regalito de boda) es una buena toma de contacto para conocer el entorno.

Nuestra primera parada fue Sorrento, un enclave precioso en el que paseamos por sus callecitas bien decoradas y contemplamos los bonitos acantilados. Esta zona es muy similar a Altea y Calpe, en nuestra costa alicantina. Aquí aprovechamos para tomar  un tentempié.

Nuestra siguiente parada fue Positano, una de las ciudades más bonitas que he visto. Su colorido, la montaña que se funde con el mar, la multitud de casitas y tiendas repartidas por la colina, el agua transparente y la alegría de sus calles, hacen de Positano uno de los lugares con más encanto.

 

Tras dejar Positano, nos dirigimos a Amalfi, un pueblo también bonito, aunque similar a los pueblos costeros a los que estamos acostumbrados los alicantinos. Nuestra parada aquí fue principalmente para comer y, a pesar de que el chófer nos recomendó un restaurante (íbamos 7 personas en un coche de la agencia Civitatis), nosotros dos nos dirigimos hacia el restaurante Eolo pues parecía muy romántico y la ocasión lo merecía. No nos equivocamos. El servicio fue espectacular y la comida, mejor. Pedimos canelones de bacalao y tagliolini con setas y ostras, además de vino de la casa, degustación de panes con aceite de oliva y café con pastas. El precio para ambos fue de 66 euros.

La última parada fue Ravello, una pueblecito precioso con aires medievales. Casi todas sus calles están empedradas y  justo en el centro se alza la catedral. Las vistas desde Ravello también son espectaculares.

Regresamos a Nápoles sobre las cinco de la tarde (hay aproximadamente una hora y media de camino), nos arreglamos un poquito, preparamos las maletas y dimos nuestro último paseo por Nápoles. La cena de la última noche fue en Luccianella, en la Vía Toledo. Queríamos repetir en Gino & Toto Sorbillo pero estaba muy lleno y había más de una hora de espera. El restaurante al que fuimos no estaba mal del todo pero no lo recomendaría . Cenamos fritura de pescado, salchicha napolitana a la brasa y spaguetti a la carbonara. Nos costó 28 euros aproximadamente.

Dimos un último paseo antes de regresar a nuestro hotel Palazzo Albergo Decumani. Nuestro paso por Italia había llegado a su fin. Grecia nos aguardaba.

 

Día 3. Pompeya

Nuestro tercer día de viaje lo pasamos en una de las ciudades mejor conservadas del mundo Pompeya. Al igual que Herculano fue enterrada enterrada por  la erupción del Vesubio del 24 de agosto del año 79 d. C.

A pesar de que por causas climatológicas no pudimos visitar el Vesubio, como teníamos previsto, el día estuvo bastante bien.

Pompeya es una ciudad preciosa, eso sí, abarrotada. Nosotros fuimos con una excursión con la empresa Civitatis. Hemos realizado excursiones en otras ocasiones con ellos pero esta excursión en concreto no la recomiendo, creo que hubiera merecido la pena ir por nuestra cuenta. La visita a las excavaciones no duró más de dos horas, lo que no es suficiente para ver cada rincón del lugar, aunque bueno siempre es una buena excusa para volver, recorrer sus calles, contemplar cada detalle: casas con decoraciones preciosas como pinturas y fuentes; tiendas bien conservadas, incluso un prostíbulo ilustrado con pinturas en las paredes que flanquean las habitaciones que representan diferentes posturas del Kamasutra.

La plaza principal es impresionante y se conservan esculturas, columnas, gran parte del mercado de frutas y verduras e importantes restos de la Asamblea.

A pesar de que nos hubiera gustado recrearnos mucho más tiempo, nuestro bus nos de

volvía pronto a Nápoles por lo que tuvimos que abandonar la ciudad sin haber disfrutado del todo de las maravillas que presenta.  A nuestra llegada, practicamos nuestro deporte favorito: comer. Esta vez escogimos la Pizzeria D’Angeli (frente Antica Pizzeria de Michele que estaba completamente llena). Fue un acierto. Pedimos dos pizzas, una de ellas la especialidad D’Angeli que se presenta en forma de ocho con el centro relleno de mozzarella (riquísimo). La comida de ambos con cerveza y café fueron 30 euros.

Las cuatro de la tarde, hora un poco tonta  y con los pies cansados, decidimos que lo mejor era descansar un poco en el hotel antes de emprender un paseo hasta el Castillo dell’ Ovo, emplazado en el puerto. Esta zona está súper ambientada con música en directo, luces muy agradables y totalmente rodeada de hotelazos. Allí tomamos una cerveza y un frappé de Nocciola. Paseamos por la zona y nos dirigimos hacia el barrio español. Suelen decir que es peligroso, pero a nosotros no nos lo pareció. Recorrimos sus calles y una galería comercial muy bonita antes de parar a cenar en el restaurante Antica Capri (de 10). Cogimos la última mesa, ya que suele estar lleno (según leímos en las recomendaciones) y cenamos de maravilla: calamares, gamba rebozada y carne a la brasa. El importe total fue inferior a 25 euros los dos (como habréis visto Nápoles es barato).

 

Un paseo de 40 minutos de vuelta a nuestro hotel puso la guinda a nuestro día.

 

Besos

Lorena

 

Día 2. Herculano y Capri

Nuestro día empieza temprano para tomar el tren que nos lleva hasta Herculano (Ercolano en italiano). Esta ciudad es conocida por haberse conservado, al igual que Pompeya, enterrada en las cenizas de la erupción del Vesubio acontecida el 24 de agosto del año 79 d. C.

Si me permitís la comparación, a pesar de que Pompeya es espectacular, Herculano está perfectamente conservada e incluso se encuentran multitud de esqueletos que perecieron por shock térmico al intentar refugiarse en unas cuevas cercanas al mar.

Para llegar a Herculano desde Nápoles, como comentaba en esta entrada se puede coger un tren muy económico desde Nápoles. Una vez en la estación de tren cogimos un taxi hasta las excavaciones (entre 10 y 15 euros, pero hay que negociar ya que los taxistas italianos son un poco piratas). La entrada a las excavaciones es de 11 euros por persona y merece la pena pagarlos. Existe una entrada combinada con Pomeya (que resulta más económico para visitar ambos lugares), pero nosotros ya teníamos la excursión de Pompeya cerrada.

Pasear por Herculano es muy curioso porque es realmente como pasear por una ciudad del Imperio Romano. Se pueden ver numerosas casas con patios interiores, termas, tiendas, calles adoquinadas, edificios públicos… e incluso en el interior de las casas se conservan algunas pinturas.

En nuestro caso estuvimos unas tres horas porque nos entretuvimos en cada detalle y conociendo la historia de cada rincón pero hay gente que únicamente necesita una hora.

Llegado el medio día y dado que consideramos que teníamos tiempo, buscamos un taxi que nos llevara hasta el puerto de Nápoles, con el objetivo de tomar un barco hacia Capri. El trayecto fue muy agradable, con un taxista viajero y enamorado de España. Por 40 euros, en poco más de media hora llegamos a nuestro destino, compramos los billetes de barco (81 euros ida y vuelta los dos) y fuimos a comer algo antes de zarpar. Llegamos a Capri a las 15:00 (hay aproximadamente una hora de camino) y lo primero que nos impacta es el azul del agua. Hace un día precioso y decidimos coger una excursión en barco alrededor de la isla (precio 18 euros). También hay excursiones a la gruta azul pero no disponíamos de tiempo suficiente.

Lo más destacable del paseo son los farallones, formaciones rocosas en medio del mar con forma de arco, pero el paisaje general es maravilloso: el Vesubio de fondo, el agua de un azul turquesa impresionante, vegetación por todos lados y cuevas que custodian la isla. La ciudad en sí, aunque pequeña tiene mucho encanto. Para llegar al centro cogimos un teleférico (2 euros por trayecto) y nos perdimos entre sus calles. Llegamos al jardín de Augusto, donde merece la pena pagar 1 euro para entrar y contemplar vistas espectaculares como las que os dejo en las fotos:

Antes de volver a Nápoles no podíamos dejar de tomarnos un helado en la Piazzeta (20 euros ambos).

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Por la noche y animados por el ambiente que habíamos visto el día anterior, nos dirigimos de nuevo hacía Vía Tribunal a cenar en Gino y Toto Sorbillo (las mejores pizzas que he probado nunca). Estaba llenísimo. De hecho tuvimos que esperar casi media hora y nos despacharon rápido, aunque bien. Solo tienen pizzas, ni postres ni cafés, pero merece la pena y el precio es increíble (20.50 los dos). Por si no habíamos comido suficiente a lo largo del día, decidimos parar a tomar un helado y un café de camino al hotel Palazzo Albergo Decumani.

 

Besos

Lorena

Escapada a París

Hace tiempo que quiero escribir este post. Hace ya algunos años que estuve en París por última vez, fue en el 2012 durante mi estancia Erasmus en Francia (concretamente en Dijón).

París es una ciudad en la que merece la pena perderse. Si te gusta caminar, hay un paseo precioso desde el Arco del Triunfo, pasando por los Campos Elíseos, hasta llegar al museo del Louvre.

El Louvre se merece, al menos, un par de horas. Es muy famoso por tener obras como la Mona Lisa o la Venus de Milo. Sin embargo, mi parte preferida fue la de antigüedades griegas y egipcias.

La ubicación del museo también es maravillosa y durante nuestro paseo hasta allí aprovechamos para parar a comer y probar el delicioso paté de campagne, una de las especialidades francesas.

Merece la pena visitar la Torre Eiffel de día y de noche, el paisaje cambia totalmente y, aunque no es una zona muy concurrida (a menos que vayas en agosto) es necesario reservar las entradas para subir con antelación.

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Si lleváis un niños o una niña dentro, como yo, no podéis perderos el mágico mundo de Disneyland París. Octubre es una fecha estupenda para ir porque no hay gente. Nuestra visita coincidió con el 20 aniversario del parque y, además, todo estaba decorado de Halloween por la cercanía con la fecha, por lo que fue una buena visita. En las ocasiones anteriores que había estado en el parque la decoración era diferente, aunque una de ellas también fue en Halloween, pero es bonito ver cómo siempre innovan en cuanto a desfiles, atracciones y espectáculos callejeros.

Otro paseo por el que perderse es el del Sena. Podéis caminar alrededor como hicimos nosotros o casi mejor hacer un pequeño crucero (ya que el paseo es muy largo). Ese mismo día terminamos la visita en Notre Dame de París, una increíble basílica que inspiró a Víctor Hugo para su obra maestra.

El atardecer es el momento idóneo para visitar Le Sacré Coeur, en Montmatre. A la bajada se puede hacer un paseo por el barrio latino y hacer una escapada a Molin Rouge (nosotros en ese momento no pudimos permitirnos la entrada) donde disfrutar de un espectáculo.

 

 

 

 

 

 

 

PD: nuestras caras de niños no tienen precio

Hong Kong exprés con tifón

A finales de agosto viajé a Hong Kong a fin de poder renovar el visado y, de paso, conocer este pequeño territorio que ha sido parte de Inglaterra durante muchos años.

 

 

En este año, en el que se conmemora el 20 aniversario del retorno de Hong Kong a China, a pesar de las diferencias y licencias de las que goza la provincia, he podido ver que este territorio ya tiene mucha esencia china.

Mi visita a Hong Kong estuvo un poco interrumpida por un fuerte Tifón que me obligó a quedarme en casa durante un día entero. ¿La suerte? Pues que unos amigos mexicanos me acogieron en su casa (Mansión de lujo con playa privada) y pude disfrutar de un agradable fin de semana.

Nada más llegar, como lucía el sol disfruté de un baño en la piscina con vistas al mar. La casa está ubicada en una zona llamada Clear Wate Bay, una zona verde preciosa.

 

 

 

 

 

 

A medio día, los primeros signos del tifón empezaron a hacerse evidentes y aprovechamos para disfrutar de un rico almuerzo en casa.

Esa noche salimos a cenar el tradicional cerdo asado (es similar al pato a la pequinesa) en un restaurante de comida típica cantonesa.

 

Aunque el domingo lo pasé entero en casa, el lunes pude disfrutar del puerto, donde hay un pequeño paseo de la estrellas y cuyo skyline iluminan de noche haciendo un bonito juego de luces. También recorrí algunas de las calas más bonitas de la zona y visité el museo de historia de Hong Kong un (amplíííísimo) espacio que se remonta a toda la historia del territorio y a las diferentes guerras que ha tenido que enfrentar. La última zona, la más bonita, muestra las fiestas tradicionales chinas.

Por último visité una parte del parque natural patrimonio de la UNESCO, un lugar único al que merece la pena ir con tiempo e incluso pasar una noche a la intemperie.

Un besitO

Lorena