Tercera parada: Dublín

En nuestro cuarto día de viaje llegamos a Dublín. Tras pasar la mañana en Galway, cogimos de nuevo el coche para cruzar el país. Ya estaba anocheciendo, aunque todavía había ambiente en la calle.

En Dublín alquilamos un apartamento con tres habitaciones y un salón grande, que estaba muy buen ubicado y cuyas camas eran bastante cómodas, aunque la zona era un poco ruidosa.

En menos de 15 minutos a pie estábamos en el centro y así esa noche hicimos nuestra primera toma de contacto con los pubs de la zona y cenamos en una pizzería.

La mañana siguiente habíamos reservado un free tour, que nos gustó mucho porque era muy completo. Visitamos diversos puntos del centro de Dublín: el Castillo de Dublín, el campus de la Universidad, diferentes escenarios de la película PS. I love You, el Banco Central y el carismático barrio de Temple Bar (que ya habíamos conocido la noche anterior).

Ese día comimos en un restaurante de comida irlandesa, aunque no fue uno de mis sitios preferidos, y cenamos en una hamburguesería en el barrio de Temple en la que las hamburguesas estaban riquísimas (aunque no tanto como en Byron Burger de Londres) y las servían acompañadas de bonito.

Por la noche estuvimos en Temple Bar disfrutando de un concierto y de varias cervezas. También fuimos a The Quays hasta que cerraron y al volver a casa dejamos las maletas preparadas para el día siguiente.

Antes de marcharnos al aeropuerto nos dio tiempo a visitar la biblioteca de la Universidad de Dublín donde se encuentra el libro de Kelles. La biblioteca es impresionante y, sin duda, la visita mereció la pena.

Espero que os guste

Feliz Navidad!

Lorena

Galway. Ruta por Irlanda

Después de un intenso día de ruta por el norte de Irlanda, Galway fue nuestro lugar de descanso. Galway es siempre una opción maravillosa. Aún con el cansancio que teníamos, esa noche salimos a visitar los pubs de la zona, que están siempre animados y se puede disfrutar de música en directo hasta entrada la madrugada.

A la mañana siguiente, nos acercamos a un supermercado (abren los domingos), compramos unas barras de pan, companaje y nutella y alguna cosilla para almorzar y pusimos rumbo hacia Cliffs of Moher. En poco más de hora y media y tras sufrir de nuevo los caminos estrechos llegamos a los preciosos acantilados. NOTA: El acceso a los acantilados es gratuito, solo se paga por el coche, pueden intentar que cada ocupante del coche pague pero no es así. Si queréis evitarlo, bajad del coche y que entre una única persona.

Más que explicar lo que vimos allí, vale la pena mostrarlo. Tan solo recomiendo un buen calzado, cámara de fotos si, como a mí os encanta tener muchísimas instantáneas y una botella de agua.

Nosotros tardamos aproximadamente tres horas en hacer la ruta, pero llegamos casi hasta el final (hay un molino), mucha gente se queda en el ensanche (sobre todo si vas con algún autobús organizado, porque no da tiempo a más), pero aún así merece la pena porque todo el camino es precioso.

En la entrada del acantilado, donde se ubica el centro de visitantes (con baño, cafetería y una pequeña exposición) hay también unas mesas de madera con bancos donde nos comimos nuestros bocatas y alguna cosilla más que compramos en el centro de visitantes.

De vuelta al hotel… yo me fui a descansar y los chicos se fueron a recorrer pubs. Empezó a llover fuertemente y nos reunimos todos en un restaurante italiano que nos habían recomendado en el que había un concierto de jazz en directo (la delicia de mi padre y mi hermano). El sitio era precioso y la comida deliciosa.

De nuevo, tras la cena, fuimos de pub en pub disfrutando de los conciertos hasta que cerraron.

La mañana siguiente la dedicamos a visitar Galway, que es una ciudad preciosa y llena de vida también durante el día.

Antes de poner rumbo a Dublín, comimos en uno de los pubs a comer (The Front Door), súper recomendable, aunque en cualquiera de los pubs la comida tenía una pinta estupenda.

Todos los detalles sobre Dublín en el siguiente post.

Una ruta por Irlanda. Primera parte: Irlanda del Norte

Hola! Hace ya un mes que viajamos a Irlanda y quería compartir la ruta que hicimos ya que sacamos muchísimo provecho del tiempo. Este viaje lo hicimos en familia (mis padres, mi hermano, mi marido Abel y yo). Abel y yo aprovechamos un vale que nos hicieron los amigos en nuestra boda para pagar buena parte del viaje, así que fue ¡fenomenal!

Llegamos al aeropuerto de Dublín un viernes por la noche cerca de la una de la madrugada (nuestro avión se había retrasado un poquito). Suerte que la empresa con la que contratamos el coche nos esperó (llamamos previamente). Lo hicimos con Thrifty (pertenecientes a Hertz). Esa noche y para aprovechar un poco el trayecto (dado que el aeropuerto de Dublín se encuentra al norte de la ciudad) nos alojamos en Ratherscar Grove, en Drogheda (a una hora del aeropuerto dirección norte). Aunque a la casa le faltaba un poco de limpieza era muy cómoda, con una cocina muy completa para hacerse un desayuno genial y un fantástico jardín.

Después de un buen descanso, una ducha caliente y un desayuno muy completo, nos subimos al coche dirección The Dark Edges, uno de los escenarios de juego de tronos. El lugar es impresionante aunque se ve muy rápido.

La ruta continuó hacia Carrick- à-rede rope bridge, otro lugar emblemático de Irlanda del Norte. El paisaje es espectacular. Si me preguntáis si merece pagar para pasar el puente… es bonito pero no más bonito que otros paisajes que se puedan ver en Irlanda. Aunque, para ser sincera yo crucé por la foto.

Tras estas vistas espectaculares y una parada en el camino para comer (bastante difícil encontrar comida en la zona a excepción de un self service que hay en el mismo lugar pero que no nos motivó), nos dirigimos a The Giants Causeway (La calzada del Gigante). ¡Me encantó! En mi anterior visita a Irlanda no pude visitar esta maravilla y me dejó impactada. El lugar es maravilloso y está superbién cuidado. El aparcamiento del lugar es un poco caro y la visita en sí es gratuita, por lo que nosotros apracamos en otro lugar un poco más alejado (5 minutos andando) y pagamos 6 libras por el coche.

Después de este día intenso, todavía nos quedaban 5 horas de camino en coche hasta Galway, que sería donde nos alojaríamos los dos días siguientes. A mitad de camino hicimos una paradita en Sligo a cenar en un pub Irlandés chulísimo (todos lo son) y cogimos mucha fuerza para llegar a nuestro destino sanos y salvos, aunque muy cansados.

Un besito

Lorena

Día 10. Paseo por Oia e Imerovigli

Nuestro viaje de novios ya llegaba casi a su fin, así que decidimos aprovechar nuestro décimo día para visitar las ciudades de Oia e Imerovigli. He de decir que, a pesar de ser muy turísticas, son muy bonitas, aunque es más agradable pasear por ellas durante la tarde/noche. Imerovigli es menos concurrida y más aventurera… ahora veréis por qué.

De buena mañana, cogimos nuestro quad y nos dirigimos hacia Oia. Calles adoquinadas, edificios blancos, tejados azules, el mar, terracitas por todos los rincones, piscinas infinity, tiendas de artesanía y una brisa suave nos dieron la bienvenida.

Tras un paseo largo y tranquilo (aunque con mucha gente, ya os lo adelanto), cogimos el rumbo hasta Imerovigli. Esta ciudad es preciosa y en ella descubrimos la Skaros Rock, un islote conectado a la isla por un sendero estrecho que se yergue sobre el mar. Antaño hubo sobre esta roca un castillo del que quedan vestigios. Yo no pude subir hasta arriba porque hay tramos de mucha escalada que no fui capaz de subir (soy un poco miedosa). Abel sí que subió casi hasta la cima a la que, según me contó, solo se podía acceder saltando una zanja.

Con el paseo se nos hizo un poco tarde y fuimos a comer al restaurante Mezzo, que tiene unas vistas magníficas. Nos lo había recomendado (gracias) una de las recepcionistas de nuestro hotel San Antonio Suites.

Quad en marcha otra vez, recorrimos diferentes rincones de la isla con el propósito de hacer un planning para el día siguiente. Como yo estaba empeñada en darme un baño en la piscina (a pesar del frío) volvimos un rato al hotel. Me bañé en la piscina que es preciosa y me quedé helada enseguida, así que me dí un baño caliente en la habitación antes de ponernos en marcha de nuevo.

Esa noche visitamos Fira para tomar contacto con el lugar en el que teníamos que tomar el barco para visitar el volcán al día siguiente y para ver un poquito de la ciudad más turística de Santorini. Aunque es muy bonita, está muy masificada y decidimos irnos a Oia a cenar, ya que habíamos visto un rinconcito que nos había llamado la atención y que nos había recomendado el chófer de Atenas. Una vez más, fue un acierto. El restaurante se llama Lotza y la comida es deliciosa. Tomamos pimiento relleno de arroz y nos pareció espectacular y una hamburguesa griega que también estaba deliciosa, todo ello acompañado de unas vistas privilegiadas, de una suave brisa de mar y de una amabilidad excelente.

Espero que hayáis disfrutado de nuestro paseo por las ciudades de Santorini.

Muchos besos

Enamórate de Yangshuo. PARTE 2

El sábado amanecimos muy temprano para tomar un taxi que nos llevaría a las terrazas de arroz. El camino fue largo, casi cuatro horas pero la visita mereció la pena. Llegamos a Ping’ an, un pequeño pueblo donde las mujeres lucen largas cabelleras recogidas en unos particulares moños y en el que los habitantes se han apuntado al carro del turismo. A pesar de ello, el paraje y las vistas son espectaculares.

Para llegar a lo más alto tomamos un teleférico  que nos iba desvelando poco a poco un escenario de película. Una vez llegamos a la cima el paisaje quitaba el hipo. A todo nuestro alrededor podíamos contemplar las terrazas en pleno esplendor, de un color verde vivo, un matiz refrescante para los calurosos días de agosto.

En la cumbre se pueden encontrar pequeños puestecitos de comida: mazorcas de maíz, boniatos, pinchitos varios de carne, que no dudamos en probar, a pesar de que nos aguardaba una rica comida al bajar.

 

El descenso fue fantástico, todo el camino está muy bien señalizado; el aire es muy puro y nos ayudó a descongestionarnos de la contaminación de Pekín.

Y como comentaba nuestro magnífico taxista, David, nos llevó a un restaurante exquisito y súper barato. Comimos arroz en caña de bambú y un revuelto de setas espectacular. Nos dejamos recomendar por él y fue un acierto.

El domingo ya fue nuestro último día en esta aldea de ensueño. Teníamos muchas ganas de hacer diferentes actividades así que Abel y yo cogimos una canoa de bambú para dar un paseo por el río Li. ¡Espectacular y súper relajante! Mis papis que son muy de bici optaron por hacer la misma ruta que va al lado del río en la bici y su experiencia también fue muy buena. El precio del paseo en canoa de bambú es de 400 yuanes para 2 personas (aprox 50 euros). El precio del alquiler de bicis es de 15 yuanes por persona y día (2 euros) ¡inmejorable!

Pasear rodeado de naturaleza, con el suave sonido del agua, a la sombra de las montañas picudas y con esta corona de flores naturales súper ideal que compramos a una artesana. ¡Un viaje de ensueño!