Día 7. Ruta en barco por las Islas Sarónicas

En todo viaje largo hace falta algún día de desconexión. Nosotros escogimos una ruta en velero por las Islas Sarónicas. A bordo de un bonito barco, en el que apenas viajábamos 15 personas, recorrimos Agistri, Moni y Aegina.

El viaje era tan agradable que hasta dimos alguna cabezada. Hizo un día de sol espléndido, con el suave vaivén de las olas de un mar azul, cristalino y en calma. Incluso tuvimos la suerte de que una familia de delfines se cruzó en nuestro camino. ¡Nunca había visto unos animales tan hermosos en su hábitat natural!

Tras una hora de navegación, nuestra primera parada fue Agistri. Algunos cogieron bicis pero nosotros preferimos pasear por la orilla de la playa: un lugar tranquilo, casi desértico con algunos restaurantes y cafeterías en los que nadie hablaba inglés pero en los que a base de sonrisas y señales pudimos entendernos perfectamente. Hacía un día veraniego, aunque el sol reluciente no conseguía eclipsar las aguas cristalinas reposadas que se fundían a lo lejos en un azul oscuro intenso y limpio. Aunque pequeña, Agistri es una isla muy bonita y pintoresca, con algunas construcciones típicas griegas y sobre todo, paz.

Seguimos navegando hasta Moni, donde anclamos el barco para que, quien quisiera, pudiera darse un baño refrescante (nosotros no lo hicimos puesto que no hacía tanto calor, a pesar de que hacía buen día). Moni es una isla deshabitada, solo poblada por animales y plantas. Es una reserva protegida que sirve de hogar de ciervos y conejos, entre otras especies, según nos explicaron. Aprovechamos esta parada para tomar una suculenta comida: arroz, carne especiada, ensalada y el delicioso tzatziki que estoy deseando cocinar (porque me volvía loca). Si me sale bien os pondré la receta aquí también.

Nuestra última visita fue en Aegina donde Abel y yo decidimos alquilar una moto (20 euros ambos unas 2 horas aproximadamente). Cruzamos la isla contemplando la costa y las bonitas construcciones del interior y llegamos al punto más alto de Aegina: el Templo de Afaya. Su construcción se enmarca entre finales del siglo VI a.C. y principios del siglo V a.C. Aunque no se sabe a ciencia cierta si se realizó en honor a Zeus o Athenea, lo que sí es verdad es que el lugar es maravilloso y se conserva perfectamente. La visita a Aegina ya vale la pena solo por visitar esta maravilla desde donde, además, se puede contemplar el mar en el horizonte e incluso otras islas (si tenéis la suerte de encontrar un día despejado como nosotros).

La vuelta hasta Atenas en barco fue también tranquila aunque más fresca puesto que la brisa ya empezaba a correr. A nuestra llegada al hotel nos dimos una ducha bien caliente y salimos a cenar por Monastiraki, concretamente escogimos el restaurante Antica Cafe (el mejor de todos los que hemos estado en Grecia). Para esa ocasión pedimos Souvlaki y hamburguesa griega a la brasa con queso feta (que nos recomendó el camarero). El souvlaki venía acompañado con tzatziki =). Pagamos 30 euros por la cena para ambos con café incluido. Los platos, como podéis ver son muy abundantes.

Súper relajados y felices por los días que todavía nos quedaban por delante, nos fuimos paseando hasta nuestro hotel antes de acostarnos

 

Muchos besos

Día 5. Llegada a Atenas

En nuestro quinto día de luna de miel tuvimos que madrugar mucho para  coger el avión que nos llevaría desde Nápoles hasta Atenas.

A nuestra llegada a la ciudad griega, un chófer nos estaba esperando para trasladarnos hasta The Athenian Callirhoe Exclusive Hotel, un modesto hotel de cuatro estrellas situado en un lugar privilegiado con vistas a la Acrópolis. Dado que en Atenas es una hora más que en España, dejamos nuestras maletas y nos dirigimos a comer para adaptarnos al horario griego cuanto antes. El restaurante Ambrosia, a escasos cinco minutos del hotel, fue el escogido. Tras ver las buenas recomendaciones de este lugar, nos dirigimos hacia allí y no nos arrepentimos. Tomamos souvlaki (pinchitos de carne), Kokoretsi (intestinos de cordero) y Gyros (el kebab griego). También tomamos un postre típico griego que no era muy dulce. La comida de ambos con café incluido resultó por 28 euros.

Tras un pequeño descanso en el hotel, nos pusimos guapos (y cómodos) y nos fuimos a dar un paseo por el centro histórico: la Acrópolis iluminada es un verdadero espectáculo. Paseando cogidos de la mano por las inmediaciones de la zona, con la melodía de los músicos callejeros de fondo, la luz tenue del lugar que no quita protagonismo a la zona monumental y las calles casi vacías que nos hicieron pensar que ese momento nos pertenecía. ¿Cuánta gente habrá estado en ese mismo lugar paseando, por circunstancias distintas? Solo las rocas y los adoquines guardan el recuerdo de miles de culturas paseando sobre ellas.

Bordeando la zona monumental llegamos hasta el Barrio de Plaka: un auténtico festival de alegría, luz, música y olor deliciosa de comida. Se pueden encontrar multitud de callejuelas que se cruzan entre sí; restaurantes coquetos y bien acondicionados  y muchas terracitas en las que tomar algo dulce al lado de las estufas, que dan al lugar un tinte acogedor.

Embriagados por el encanto del lugar, esa noche decidimos cenar en To Kafeneio. El camarero nos recomendó pedir una serie de tapas y así lo hicimos: meatballs especiales de la casa; ternera en salsa; queso feta a la plancha y croquetas de calabacín). Para rematar la cena, que Abel acompañó con una cerveza griega, tomamos unos chupitos calientes de miel. La cena estuvo deliciosa y el lugar es muy acogedor. El precio para ambos fue de 30 euros.

Tras un pequeño paseo hasta nuestro hotel, decidimos que era hora de descansar puesto que al día siguiente nos esperaba la ansiada visita a la Acrópolis.

Besos