Tercera parada: Dublín

En nuestro cuarto día de viaje llegamos a Dublín. Tras pasar la mañana en Galway, cogimos de nuevo el coche para cruzar el país. Ya estaba anocheciendo, aunque todavía había ambiente en la calle.

En Dublín alquilamos un apartamento con tres habitaciones y un salón grande, que estaba muy buen ubicado y cuyas camas eran bastante cómodas, aunque la zona era un poco ruidosa.

En menos de 15 minutos a pie estábamos en el centro y así esa noche hicimos nuestra primera toma de contacto con los pubs de la zona y cenamos en una pizzería.

La mañana siguiente habíamos reservado un free tour, que nos gustó mucho porque era muy completo. Visitamos diversos puntos del centro de Dublín: el Castillo de Dublín, el campus de la Universidad, diferentes escenarios de la película PS. I love You, el Banco Central y el carismático barrio de Temple Bar (que ya habíamos conocido la noche anterior).

Ese día comimos en un restaurante de comida irlandesa, aunque no fue uno de mis sitios preferidos, y cenamos en una hamburguesería en el barrio de Temple en la que las hamburguesas estaban riquísimas (aunque no tanto como en Byron Burger de Londres) y las servían acompañadas de bonito.

Por la noche estuvimos en Temple Bar disfrutando de un concierto y de varias cervezas. También fuimos a The Quays hasta que cerraron y al volver a casa dejamos las maletas preparadas para el día siguiente.

Antes de marcharnos al aeropuerto nos dio tiempo a visitar la biblioteca de la Universidad de Dublín donde se encuentra el libro de Kelles. La biblioteca es impresionante y, sin duda, la visita mereció la pena.

Espero que os guste

Feliz Navidad!

Lorena

Experiencia gastronómica en Alicante

El restaurante Espacio Montoro, del chef eldense Pablo Montoro se encuentra en Alicante, en el camino que lleva hacia la Albufereta.

El lugar es precioso y muy acogedor y la experiencia culinaria es indescriptible.

Como no soy una persona experta en gastronomía, me remitiré a contar mi propia vivencia, que sin duda ha sido espectacular.

Antes de ir a Espacio Montoro hay que reservar con al menos un mes de antelación. Durante el mes de diciembre dan servicio tanto para comidas como para cenas y creo que la pretensión es continuar con esta dinámica.

Fuimos a comer invitados por los primos de mi madre y todos (desde mi prima Guada que es vegetariana hasta que yo que soy alérgica a muchos alimentos), salimos encantados por la gran variedad de cosas que pudimos tomar. El restaurante ofrece un menú cerrado (exento de bebidas) y al que se pueden añadir, in situ, algunos platos extra sugerencia del chef.

La experiencia empieza en la terraza con una infusión templada de manzana verde y jengibre. Sigue con un bocado de ensaladilla exquisito aderezado con rábano picante. El último bocado en el exterior (uno de mis platos favoritos del menú) fue una croqueta de cigala de Santa Pola.

La ruta continúa en la barra, desde donde se puede ver al chef preparar los dos siguientes platos mientras se conversa con él. Pablo es muy agradable y dado que es vecino de nuestra localidad, Petrer, teníamos muchos conocidos en común.

El primer plato que probamos en la barra fue un Enoki con emulsión de ostras. Enoki son setas con una especie de tempura y envueltas en una lámina de almidón de patata (a modo de alga nori). ESPECTACULAR!! Todavía tengo este sabor en el paladar.

Después llegó una vieira acompañada de caviar cítrico y de un caldo de corral a base de jamón ibérico. La fusión de sabores es maravillosa… no dejamos ni una gotita de caldo.

El último paso es pasar al salón (aunque todas las estancias están conectadas) y sentarse en la mesa asignada. Hay muy poquitas mesas por lo que la atención es muy dedicada. Además las mesas solo pueden ser de 2, 4 o 6 comensales.

Una vez en la mesa nos sirvieron dos platos que habíamos pedido como extra: erizo de mar y lomo de atún a la almadraba. En este caso los pedimos para compartir. El lomo de atún me encantó pero no podría decir que es algo que no haya probado antes puesto que en los buenos japoneses ponen lomos de atún de textura y sabor similares. El erizo sí que fue algo muy curioso y placentero para las papilas gustativas. Volvería a pedir este plato sin dudarlo.

También pedimos pan brioche servido con mantequilla (exquisito para acompañar todos los platos).

Siguió el banquete con una sopa de anguila con ñoquis de kéfir y foie y una teja de manzana osmotizada y maíz. En mi caso tuve que tomarlo sin salsa porque llevaba frutos secos (y es una pena porque me encantan las anguilas, pero fue mi culpa porque no avisé con la suficiente antelación; con el resto de platos pudieron cambiar ingredientes sin problema). A todos les pareció espectacular la salsa de anguila.

El siguiente plato fue otro de mis preferidos, era un nidito de huevo con setas y trufa riquísimo.

Después preparon un sorbete de pino con un elemento sorpresa (que tendréis que descubrir cuando vayáis a probar) que, aunque era bastante fresco no quise comer demasiado por mi alergia a los pinos (nunca pensé que cocinarían con pino, por eso no avisé).

Para terminar la comida, nos sirvieron un bacalao a la brasa sobre una salsa hecha con callos de bacalao. Estaba delicioso (tanto que se me olvidó hacerle una foto).

Por último una ración de costilla de vaca rubia, cocinada durante 36 horas. MARAVILLOSA! Se me hace la boca agua de pensarlo.

El postre también fue una delicia: ganaché de plátano con mouse de café, perlas de chocolate y helado de azafrán. ¡Una mezcla explosiva!

Para terminar tomamos un café y lo sirvieron con unas trufas deliciosas.

Antes de marcharnos el chef salió a saludar de nuevo (la experiencia duró 4 horas).

Además de la comida, me gustaría destacar la limpieza de cada rincón, sobre todo del baño, donde además había toallas individuales para evitar el desperdicio de papel. La decoración es preciosa. El salón recuerda a un fondo marino, pero todo hecho con mucho mimo para hacer de la estancia un lugar muy acogedor.

Si vais, contadme vuestra experiencia

Besos

Lorena

Galway. Ruta por Irlanda

Después de un intenso día de ruta por el norte de Irlanda, Galway fue nuestro lugar de descanso. Galway es siempre una opción maravillosa. Aún con el cansancio que teníamos, esa noche salimos a visitar los pubs de la zona, que están siempre animados y se puede disfrutar de música en directo hasta entrada la madrugada.

A la mañana siguiente, nos acercamos a un supermercado (abren los domingos), compramos unas barras de pan, companaje y nutella y alguna cosilla para almorzar y pusimos rumbo hacia Cliffs of Moher. En poco más de hora y media y tras sufrir de nuevo los caminos estrechos llegamos a los preciosos acantilados. NOTA: El acceso a los acantilados es gratuito, solo se paga por el coche, pueden intentar que cada ocupante del coche pague pero no es así. Si queréis evitarlo, bajad del coche y que entre una única persona.

Más que explicar lo que vimos allí, vale la pena mostrarlo. Tan solo recomiendo un buen calzado, cámara de fotos si, como a mí os encanta tener muchísimas instantáneas y una botella de agua.

Nosotros tardamos aproximadamente tres horas en hacer la ruta, pero llegamos casi hasta el final (hay un molino), mucha gente se queda en el ensanche (sobre todo si vas con algún autobús organizado, porque no da tiempo a más), pero aún así merece la pena porque todo el camino es precioso.

En la entrada del acantilado, donde se ubica el centro de visitantes (con baño, cafetería y una pequeña exposición) hay también unas mesas de madera con bancos donde nos comimos nuestros bocatas y alguna cosilla más que compramos en el centro de visitantes.

De vuelta al hotel… yo me fui a descansar y los chicos se fueron a recorrer pubs. Empezó a llover fuertemente y nos reunimos todos en un restaurante italiano que nos habían recomendado en el que había un concierto de jazz en directo (la delicia de mi padre y mi hermano). El sitio era precioso y la comida deliciosa.

De nuevo, tras la cena, fuimos de pub en pub disfrutando de los conciertos hasta que cerraron.

La mañana siguiente la dedicamos a visitar Galway, que es una ciudad preciosa y llena de vida también durante el día.

Antes de poner rumbo a Dublín, comimos en uno de los pubs a comer (The Front Door), súper recomendable, aunque en cualquiera de los pubs la comida tenía una pinta estupenda.

Todos los detalles sobre Dublín en el siguiente post.

Una ruta por Irlanda. Primera parte: Irlanda del Norte

Hola! Hace ya un mes que viajamos a Irlanda y quería compartir la ruta que hicimos ya que sacamos muchísimo provecho del tiempo. Este viaje lo hicimos en familia (mis padres, mi hermano, mi marido Abel y yo). Abel y yo aprovechamos un vale que nos hicieron los amigos en nuestra boda para pagar buena parte del viaje, así que fue ¡fenomenal!

Llegamos al aeropuerto de Dublín un viernes por la noche cerca de la una de la madrugada (nuestro avión se había retrasado un poquito). Suerte que la empresa con la que contratamos el coche nos esperó (llamamos previamente). Lo hicimos con Thrifty (pertenecientes a Hertz). Esa noche y para aprovechar un poco el trayecto (dado que el aeropuerto de Dublín se encuentra al norte de la ciudad) nos alojamos en Ratherscar Grove, en Drogheda (a una hora del aeropuerto dirección norte). Aunque a la casa le faltaba un poco de limpieza era muy cómoda, con una cocina muy completa para hacerse un desayuno genial y un fantástico jardín.

Después de un buen descanso, una ducha caliente y un desayuno muy completo, nos subimos al coche dirección The Dark Edges, uno de los escenarios de juego de tronos. El lugar es impresionante aunque se ve muy rápido.

La ruta continuó hacia Carrick- à-rede rope bridge, otro lugar emblemático de Irlanda del Norte. El paisaje es espectacular. Si me preguntáis si merece pagar para pasar el puente… es bonito pero no más bonito que otros paisajes que se puedan ver en Irlanda. Aunque, para ser sincera yo crucé por la foto.

Tras estas vistas espectaculares y una parada en el camino para comer (bastante difícil encontrar comida en la zona a excepción de un self service que hay en el mismo lugar pero que no nos motivó), nos dirigimos a The Giants Causeway (La calzada del Gigante). ¡Me encantó! En mi anterior visita a Irlanda no pude visitar esta maravilla y me dejó impactada. El lugar es maravilloso y está superbién cuidado. El aparcamiento del lugar es un poco caro y la visita en sí es gratuita, por lo que nosotros apracamos en otro lugar un poco más alejado (5 minutos andando) y pagamos 6 libras por el coche.

Después de este día intenso, todavía nos quedaban 5 horas de camino en coche hasta Galway, que sería donde nos alojaríamos los dos días siguientes. A mitad de camino hicimos una paradita en Sligo a cenar en un pub Irlandés chulísimo (todos lo son) y cogimos mucha fuerza para llegar a nuestro destino sanos y salvos, aunque muy cansados.

Un besito

Lorena

Día 11. Palea Kameni y Nea Kameni

Nuestro último día de disfrute en Santorini fue espectacular. Disfrutamos de una maravillosa excursión (cortesía de mi primo Óscar).

A primera hora de la mañana nos dirigimos hacia el antiguo puerto de Thira, desde donde salía nuestro barco. A pesar de lo bonito de la postal: la escalinata bajando hacia el mar, me dio mucha pena (y por ello no he hecho ninguna foto) el trato que se daba a los burros. Los pobres animales constituyen una atracción turística y se pasan el día subiendo y bajando viajeros a través de las escaleras.

No es agradable tampoco bajar andando (aunque nos apetecía hacerlo por ver la escalinata), puesto que el olor a orina y heces es bastante fuerte. Por lo demás, pasamos un día maravilloso.

El barco zarpó desde el antiguo puerto de Thira y a tan solo 15 minutos de distancia nos encontramos en Nea Kameni, la isla volcánica formada en los últimos dos milenios tras la erupción de lava dacita y cenizas. La entrada al complejo (es una montaña a la que hay que ascender para ver los diferentes cráteres jóvenes) cuesta 2, 50 € y merece totalmente la pena. La subida hasta la cima implica unos 20 minutos a pie (imprescindible llevar calzado cómodo, agua y gorra o gorro, además de protector solar). Una vez en lo alto hay diferentes puntos que merecen la pena y que están señalizados. Las vistas son impresionantes en todos los puntos y es muy curioso ver las pequeñas erupciones y el olor a azufre que impregna el ambiente.

Tras el la isla volcánica tomamos rumbo hacia Palea Kameni. En una de las bahías de esta pequeña isla hay una fuga de azufre que provoca aguas termales por su calor otorgándole al mar un color dorado que a medida que entra en Alta Mar se funde con el azul dando lugar a diferentes tonalidades. El agua está caliente (aunque de vez en cuando se cruzan en el camino masas de aire fría) y es un placer nadar.

La visita termina en Thirassia, una isla en la que apenas quedan 400 habitantes pero donde dimos un agradable paseo y comimos en una taberna donde los sovlaki estaban deliciosos.

Volvimos a Fira en el mismo barco y entonces Abel pensó que sería buena idea recorrer la isla de punta a punta y así lo hicimos. Fuimos hasta el punto más al norte de la isla, donde hay un peñón desde el que se ve una preciosa puesta de sol.

Pasamos por Black Beach donde nos entretuvimos un rato contemplando lo bello del paisaje.

Por último enfilamos hacia el sur y llegamos a una zona menos turística pero en la que se pueden contemplar ruinas (aunque a la hora que llegamos ya no se podía acceder por la falta de luz).

El paseo en quad fue alucinante. El tiempo, además, acompañaba. Hicimos muchos vídeos (que compartiré en Instagram) y creo que nos despedimos de la isla de una forma fantástica.

Esa noche cenamos en el hotel: INCREÍBLE. El servicio, la comida, todo fue magnífico y lo disfrutamos muchísimo.

A pesar de que nuestro vuelo salía a la mañana siguiente, como era muy temprano ya no pudimos aprovechar para hacer nada, pero a pesar de ello, nos despidieron con una bandeja de desayuno repleta de fruta y bollos deliciosos.

Este ha sido un viaje inolvidable. Si tenéis cualquier duda para viajar hasta allí, podéis consultarme. ¡Estaré encantada de ayudar!

Día 10. Paseo por Oia e Imerovigli

Nuestro viaje de novios ya llegaba casi a su fin, así que decidimos aprovechar nuestro décimo día para visitar las ciudades de Oia e Imerovigli. He de decir que, a pesar de ser muy turísticas, son muy bonitas, aunque es más agradable pasear por ellas durante la tarde/noche. Imerovigli es menos concurrida y más aventurera… ahora veréis por qué.

De buena mañana, cogimos nuestro quad y nos dirigimos hacia Oia. Calles adoquinadas, edificios blancos, tejados azules, el mar, terracitas por todos los rincones, piscinas infinity, tiendas de artesanía y una brisa suave nos dieron la bienvenida.

Tras un paseo largo y tranquilo (aunque con mucha gente, ya os lo adelanto), cogimos el rumbo hasta Imerovigli. Esta ciudad es preciosa y en ella descubrimos la Skaros Rock, un islote conectado a la isla por un sendero estrecho que se yergue sobre el mar. Antaño hubo sobre esta roca un castillo del que quedan vestigios. Yo no pude subir hasta arriba porque hay tramos de mucha escalada que no fui capaz de subir (soy un poco miedosa). Abel sí que subió casi hasta la cima a la que, según me contó, solo se podía acceder saltando una zanja.

Con el paseo se nos hizo un poco tarde y fuimos a comer al restaurante Mezzo, que tiene unas vistas magníficas. Nos lo había recomendado (gracias) una de las recepcionistas de nuestro hotel San Antonio Suites.

Quad en marcha otra vez, recorrimos diferentes rincones de la isla con el propósito de hacer un planning para el día siguiente. Como yo estaba empeñada en darme un baño en la piscina (a pesar del frío) volvimos un rato al hotel. Me bañé en la piscina que es preciosa y me quedé helada enseguida, así que me dí un baño caliente en la habitación antes de ponernos en marcha de nuevo.

Esa noche visitamos Fira para tomar contacto con el lugar en el que teníamos que tomar el barco para visitar el volcán al día siguiente y para ver un poquito de la ciudad más turística de Santorini. Aunque es muy bonita, está muy masificada y decidimos irnos a Oia a cenar, ya que habíamos visto un rinconcito que nos había llamado la atención y que nos había recomendado el chófer de Atenas. Una vez más, fue un acierto. El restaurante se llama Lotza y la comida es deliciosa. Tomamos pimiento relleno de arroz y nos pareció espectacular y una hamburguesa griega que también estaba deliciosa, todo ello acompañado de unas vistas privilegiadas, de una suave brisa de mar y de una amabilidad excelente.

Espero que hayáis disfrutado de nuestro paseo por las ciudades de Santorini.

Muchos besos

Día 9. Flechazo en Santorini. Parte 2

Santorini enamora no solo por sus paisajes sino por su paz, su gastronomía y la cantidad de opciones de ocio que ofrece.

Si todavía no has leído la primera parte de nuestra toma de contacto con la ciudad, puedes hacerlo aquí. Tras visitar Akrotiri y deleitarnos con una comida deliciosa, tomamos rumbo (a pie) hacia la Red Beach. Esta playa recibe el nombre por su característico color rojo. Para acceder a ella puede hacerse en barca o a través de un camino de montaña para el que recomiendo calzado cómodo. Este lugar es testigo de la brecha que se originó en Santorini a consecuencia de la erupción volcánica.

El día que nosotros fuimos hacía fresquete por lo que únicamente nos dedicamos a pasear. Os dejo algunas fotos de este lugar tan bonito:

Tras nuestro paseo, regresamos al hotel para ponernos guapos y visitar Oia.

La ciudad estaba súper tranquila por la noche, nada que ver con nuestra visita diurna del día siguiente. Cenamos de maravilla, en una terraza (a pesar del fresquito), contemplando el horizonte. Ese día probamos la mousakka y una variante de souvlaki espectacular. Aunque a decir verdad, las imágenes de Santorini se me mezclan, porque en la isla perdí la noción del tiempo.

Tras nuestro paseo regresamos al hotel y tomamos un café calentito en nuestra marquesina, frente a la piscina iluminada.

Muchos besos

Lorena

Día 9. Flechazo en Santorini. PARTE 1

La llegada a Santorini fue cuanto menos, curiosa. El aeropuerto es diminuto y nuestro vuelo era el único que llegaba. Un autobús nos recogió en la bajada para llevarnos justo a la calle paralela de la pista de aterrizaje, donde estaba la entrada al aeropuerto. Una pequeña sala nos recibió con las maletas ya dando vueltas. Todo muy rápido.

San Antonio Suites
Piscina del hotel San Antonio Suites
San Antonio Suites
Habitación del hotel San Antonio Suites

En la puerta nos estaba esperando ya nuestro chófer para llevarnos al Hotel San Antonio Suites, situado en Imerovigli. No pudimos apreciar el camino de noche pero la llegada al hotel fue espectacular, quitaba el hipo (y lo confirmamos al despertar la mañana siguiente). Nos atendieron de maravilla y a las 2:00 ya estábamos durmiendo.

A las diez de la maña un quad nos estaba esperando en la puerta del hotel. Lo contratamos con la empresa Nikos Vaezos y el equipo de San Antonio Suits nos ayudó con todas las gestiones desde España para que pudiéramos tener el vehículo al levantarnos.

Después de tomar un desayuno espectacular con vistas a la caldera, cogimos el quad y nos fuimos hasta Akrotiri (precio de la entrada 14 euros por persona). Este yacimiento, ubicado al sur de Thira se corresponde con un asentamiento de la civilización Minoica. Es increíble ver la «tecnología» que empleaban en la época: casas de dos plantas, con terraza, con sistema de evacuación de agua (para el retrete); una zona especialmente habilitada para el almacenamiento de alimentos (despensa o cocina) y diferentes detalles de ciudad que se pueden apreciar: plaza principal, escalinatas, calles separadas. Aún se conservan algunas pinturas (que han sido trasladadas al Museo de Atenas) y reflejan la vida real de la población de la época.

El yacimiento se encuentra en muy buenas condiciones ya que durante el segundo milenio antes de cristo hubo una erupción volcánica que enterró toda la ciudad, tal y como sucedió también en Pompeya y Herculano. La visita puede durar entre una y dos horas (si te gusta detenerte en cada piedra como a mi querido marido).

Después de esta maravillosa visita, fuimos paseando por la costa (muy muy cerquita) donde hay diferentes chiringuitos. Apenas hay playa pero cada chiringuito se yergue sobre un muelle por lo que todos tienen vistas maravillosas. Nosotros escogimos la taberna The Dolphins y comimos un plato variado de pescado que estaba exquisito, el riquísimo tzatziki (que ya se ha convertido en uno de mis aperitivos preferidos) y probamos la cerveza Volkano, un producto autóctono de Santorini que incluye agua mineral filtrada con roca volcánica y miel de la isla. De postre tomamos un delicioso yogur griego con miel (espectacular). El precio para ambos fue de 30 euros aproximadamente.

Este día dio mucho más de sí pero os contaré más detalles en el siguiente post.

Muchos Besos

Día 8. Último día en Atenas

Hola!! Aunque en esta época navideña tenemos la cabeza en otros lugares… ¿quién no piensa en preparar un viajecito como regalo de Reyes? ¡Aquí y en los post anteriores algunas ideas para disfrutar del Mediterráneo europeo.

Nuestro octavo día de viaje, también fue nuestro último día en Atenas. Una jornada bien aprovechada en la que empleamos de nuevo el ticket que adquirimos en el Acrópolis con validez para cinco días y con acceso a las diversas áreas monumentales de la ciudad. 

Nuestro primer destino fue el arco de Adriano, la puerta de entrada al Olimpeion (Templo de Zeus). Este lugar,  fue durante la época helena y romana el templo más grande de Grecia. Su construcción se demoró ocho siglos (desde el VI a. C hasta el siglo II) y aunque se cree que su destrucción parcial fue debida a un terremoto, todavía se conservan partes.

Aproximándonos al centro de la ciudad, llegamos hasta la biblioteca de Adriano. Si bien tuvo que ser un monumento precioso, es muy difícil de imaginar puesto que está prácticamente destruido.

Puesto que nos encontrábamos cerca del Restaurante Antica (que ya visitamos el día anterior) y nos había gustado tantísimo, decidimos repetir. Esta vez pedimos para compartir el plato mixto de Adriano (que nos había llamado la atención el día anterior. Consistente en salchicha a la brasa, gyros, souvlaky, pollo  a la brasa, longaniza griega, patatas, tzatziki, pan de pita y patatas, es un plato ideal para comer entre dos. El precio (incluyendo café y bebida), 35 euros.

Para exprimir nuestro último día en Atenas, nos acercamos hasta el Ágora Romana,  que tampoco se conserva demasiado bien, pero en la que sí se mantiene el reloj de agua, también conocido como Torre de los Vientos.

Por último y antes de pasar por el hotel a recoger nuestras maletas, fuimos a pasear por el parque nacional de Atenas, un paraje natural ubicado en el corazón de la ciudad, que alberga multitud de especies vegetales y también algunos animales. Si se viaja a Atenas con tiempo suficiente, es un lugar ideal en el que desconectar y descansar.

Por último y para finalizar el día un chófer nos recogió en nuestro hotel de Atenas (The Athenian Callirhoe) para llevarnos al aeropuerto, donde tomamos nuestro vuelo a Santorini.

Mil besos

 

Día 7. Ruta en barco por las Islas Sarónicas

En todo viaje largo hace falta algún día de desconexión. Nosotros escogimos una ruta en velero por las Islas Sarónicas. A bordo de un bonito barco, en el que apenas viajábamos 15 personas, recorrimos Agistri, Moni y Aegina.

El viaje era tan agradable que hasta dimos alguna cabezada. Hizo un día de sol espléndido, con el suave vaivén de las olas de un mar azul, cristalino y en calma. Incluso tuvimos la suerte de que una familia de delfines se cruzó en nuestro camino. ¡Nunca había visto unos animales tan hermosos en su hábitat natural!

Tras una hora de navegación, nuestra primera parada fue Agistri. Algunos cogieron bicis pero nosotros preferimos pasear por la orilla de la playa: un lugar tranquilo, casi desértico con algunos restaurantes y cafeterías en los que nadie hablaba inglés pero en los que a base de sonrisas y señales pudimos entendernos perfectamente. Hacía un día veraniego, aunque el sol reluciente no conseguía eclipsar las aguas cristalinas reposadas que se fundían a lo lejos en un azul oscuro intenso y limpio. Aunque pequeña, Agistri es una isla muy bonita y pintoresca, con algunas construcciones típicas griegas y sobre todo, paz.

Seguimos navegando hasta Moni, donde anclamos el barco para que, quien quisiera, pudiera darse un baño refrescante (nosotros no lo hicimos puesto que no hacía tanto calor, a pesar de que hacía buen día). Moni es una isla deshabitada, solo poblada por animales y plantas. Es una reserva protegida que sirve de hogar de ciervos y conejos, entre otras especies, según nos explicaron. Aprovechamos esta parada para tomar una suculenta comida: arroz, carne especiada, ensalada y el delicioso tzatziki que estoy deseando cocinar (porque me volvía loca). Si me sale bien os pondré la receta aquí también.

Nuestra última visita fue en Aegina donde Abel y yo decidimos alquilar una moto (20 euros ambos unas 2 horas aproximadamente). Cruzamos la isla contemplando la costa y las bonitas construcciones del interior y llegamos al punto más alto de Aegina: el Templo de Afaya. Su construcción se enmarca entre finales del siglo VI a.C. y principios del siglo V a.C. Aunque no se sabe a ciencia cierta si se realizó en honor a Zeus o Athenea, lo que sí es verdad es que el lugar es maravilloso y se conserva perfectamente. La visita a Aegina ya vale la pena solo por visitar esta maravilla desde donde, además, se puede contemplar el mar en el horizonte e incluso otras islas (si tenéis la suerte de encontrar un día despejado como nosotros).

La vuelta hasta Atenas en barco fue también tranquila aunque más fresca puesto que la brisa ya empezaba a correr. A nuestra llegada al hotel nos dimos una ducha bien caliente y salimos a cenar por Monastiraki, concretamente escogimos el restaurante Antica Cafe (el mejor de todos los que hemos estado en Grecia). Para esa ocasión pedimos Souvlaki y hamburguesa griega a la brasa con queso feta (que nos recomendó el camarero). El souvlaki venía acompañado con tzatziki =). Pagamos 30 euros por la cena para ambos con café incluido. Los platos, como podéis ver son muy abundantes.

Súper relajados y felices por los días que todavía nos quedaban por delante, nos fuimos paseando hasta nuestro hotel antes de acostarnos

 

Muchos besos